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El diálogo interior

wp4568219cf60e75f063Cuando pasamos un largo período de tiempo sin hablar con otra persona, nos podemos percatar que tenemos diálogos muy intensos con nosotros mismos. Estos diálogos existen y están presentes continuamente pero no siempre nos damos cuenta de su presencia y magnitud.

Cuando asistí hace ya varios años a un curso de meditación Vipassana, permanecí 10 días en silencio, sin hablar con ninguno de los participantes, era parte de las reglas. Durante esos días mi diálogo interno no paró ni un segundo y parecía que usaba altavoces. Era una lucha aguerrida entre dos oponentes, uno por quedarse y completar el curso según lo acordado y el otro por abandonar el lugar inmediatamente, no aguantando ni un momento más. Reconocí que ambas voces provenían de mí, eran mis creencias contradictorias buscando una manera de llegar a un acuerdo; que nunca fue como tal, ya que hubo aquella parte de mí que ganó la batalla y fue permanecer en el curso hasta el final, pero la otra parte nunca dio su brazo a torcer, solo cedió al notar que el deseo de permanecer era más fuerte, esa parte de mí aún existe y se manifiesta de distintas maneras creando resistencia.

Podemos diferenciar 3 tipos de diálogos en nosotros mismos, aquel donde lo que nos decimos es positivo y eleva nuestra vibración, aquel que es de naturaleza negativa, donde perpetuamos nuestras creencias de no servir, de no ser buenos para algo, de no ser capaces, de no ser merecedores  etc. y por último el que rara vez oímos a menos que los otros dos hagan silencio, o no estén presentes, y es el diálogo que procede desde un lugar de claridad, desde un lugar aparentemente externo, es el diálogo que viene de nuestro Yo Superior o como los hawaianos lo llaman, nuestro Aumakua.

El dialogo interno negativo es el más común y es tan poderoso que se vuelve como un hábito, pero el diálogo positivo también nos resta la posibilidad de oír, de conectar, de percibir las señales de nuestro guía interior que nunca para de enviarlas pero andamos tan distraídos en nuestras charlas que no escuchamos, no prestamos atención.

No se trata de cambiar nuestro diálogo interno si no de silenciarlo, de reducirle el volumen,  para recibir la información que proviene de ese Yo nuestro, que desde las alturas puede ver la película completa y guiarnos en cuanto al mejor futuro posible, la mejor decisión a tomar.

En la medida que le digamos silenciosamente y sin tregua a nuestro debate interno las palabras Gracias y Te Amo, este ira disminuyendo su volumen para dejar entrar la claridad en nuestra vida y poder recibir las inspiraciones que tanto deseamos.

Se trata de colocar nuestra mente de lado y dar permiso a aquello que es parte de nosotros que conoce las mejores respuestas.

Cuando dejamos de ver las circunstancias como problemas y permitimos observarlas como retos u oportunidades, activamos esa parte nuestra donde la creatividad y las inspiraciones nos dan las mejores respuestas a todas nuestras preguntas.

Te amo

Jocelyne Ramniceanu

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Acerca del apego.

Queridos amigos, feliz Domingo, y feliz semana. Esta vez quiero compartir con ustedes una sabia historia que desconozco su origen pero es muy ilustrativa acerca de nuestros juicios, y apegos, cuando nos suceden lo que llamamos “cosas malas” en nuestra vida.

Hay una historia acerca de un viejo sabio en la China que tenía un caballo y un hijo. Todos sus vecinos le tenían lástima y siempre le decían: “Qué triste que todo lo que tienes es un hijo y un caballo”. El viejo sabio siempre respondía con las siguientes palabras: “¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?” Un día, el caballo se escapó. Todos los vecinos se le acercaron con mucha compasión, diciendo: “¡Es terrible, tu único caballo se escapó y ahora solamente tienes a tu hijo. Es terrible!”. Como siempre, el viejo encogió sus hombros y dijo:

“¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.

Pasó una semana y el caballo regresó, y con él venían doce hermosos caballos salvajes. Los vecinos estaban muy emocionados y corrieron hacia el viejo proclamando su buena fortuna: “Es tan maravilloso, ahora tienes muchas posesiones”. El viejo sabio respondió una vez más encogiendo sus hombros con las acostumbradas palabras:
“¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.

El viejo sabio le dijo a su hijo que comenzara a entrenar a los caballos salvajes para que pudieran serles útiles.
Un día, el hijo estaba montando un caballo particularmente salvaje, se cayó y se rompió ambas piernas.
Cuando los vecinos supieron, llenos de lástima le decían: “Qué cosa tan horrible lo que le pasó a tu único hijo”.
El viejo sabio nuevamente se encogió de hombros y dijo: “¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.

Poco tiempo después, llegaron unos jinetes desde una villa cercana buscando a todos los hombres físicamente capaces para ir a la guerra y para ayudarles a proteger su villa de las bandas de ladrones que merodeaban por allí. Así fue como todos los jóvenes de las villas cercanas fueron a ayudar a la guerra excepto el hijo del viejo sabio, quien tuvo que quedarse en casa porque sus dos piernas rotas aun no habían sanado. Todos los jóvenes que fueron a la guerra murieron pero el hijo del viejo sabio vivió muchos años.

Entonces, cuando parezca que tu mundo se está derrumbando a tu alrededor y no puedes encontrarle ningún sentido a lo que te está pasando, siempre recuerda que no conoces la película completa y recuerda también las palabras del viejo sabio:
“¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?”.

No sabemos nada, y en la medida que admitamos nuestra ignorancia sin resistencia, sin juicios, sin culpas y aceptamos que aquello que nos ocurre es siempre una bendición, podremos vivir sin sufrimiento, incluso si nunca llegamos a comprender el por qué. No es necesario saber, pero si es importante soltar y confiar. El dolor es parte de nuestra naturaleza pero el sufrimiento es opcional. No existe nada tan terrible, cuando aprendemos a desapegarnos a los resultados. Lo terrible no es lo que nos sucede sino como lo interpretamos.

El trabajo es interno, el trabajo es desapegarnos, soltar y confiar. Esta es la tarea más importante en nuestra existencia. Cuando logramos el desapego, es cuando realmente estamos amando, estamos amándonos. No necesitamos, estamos completos y experimentamos.

Te amo.

Jocelyne Ramniceanu

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