Gracias a cada uno de ustedes por sus hermosas palabras de aliento, y por todo el material que me han enviado. Está nota permaneció inconclusa durante más de diez días porque las palabras no me llegaban y aún me vienen con dificultad.
Sé en mi corazón que después de la vida terrenal existe algo distinto que nos espera, más grande que lo que aquí conocemos. Es un gran consuelo esta certeza ante lo que llamamos muerte. Estas separaciones pueden ser vistas como un viaje largo, muy largo, a algún lugar muy lejano y desconocido donde allí no existe el teléfono, el fax, ni internet, pero nuestros amados pueden comunicarse con nosotros a través de medios distintos a los que conocemos. Nuestros sentidos no son necesarios y no cumplen ninguna función, y lo único que tenemos que hacer es prestar mucha atención a los sueños, a la brisa, o a alguna palabra atravesada en nuestro pensamiento.
A todos nos sucede que hemos perdido a un ser querido porque somos mortales, y para quienes perdieron a alguien importante en sus vidas y especialmente a quienes perdieron a un hijo, les pido que paren un poco de llorar para abrir su corazón a recibir las señales que desde el otro lado de vez en cuando nos envían. Ellos están bien….
Abramos nuestro corazón calmadamente a sentir, prestemos atención para permitir el contacto con quienes decidieron partir anticipadamente y no dudo que este contacto se puede lograr cuando nos sintonizamos en el amor. El amor y el silencio son los mecanismos para establecer la conexión. Y probablemente lo que sentirás es esto que a mí me llegó hace ya bastantes días…, “Si tú estás en paz, yo también lo estoy.”
El dolor más grande que conozco es el haber perdido a mi hijo Jonathan Lee, de 34 años que se marchó en la madrugada del día 21 de Febrero sin despedirse.
Por alguna razón que desconozco, su alma decidió partir sin previo aviso y he estado viviendo su pérdida del mundo físico con mucho dolor pero también he tenido momentos de completa paz.
Hago silencio a mis emociones para encontrar alguna señal, por el momento no ha sido muy evidente pero sé dentro de mí que él está bien.
También estoy consciente que drenar la tristeza, desahogarme es la mejor manera de dejar partir la pena, y ella va saliendo poco a poco. La tristeza tiene su propio ritmo, y la manera de limpiarla es sintiéndola en toda su intensidad sin caer en la auto compasión, o en enmascarar el dolor a través de la ira, o alargarla haciéndola más penosa a través de las culpas. Estas sensaciones tocaron a mi puerta en muchas ocasiones pero no las dejé pasar.
Sé que nuestro espíritu, nuestra consciencia es eterna, somos seres eternos, y no dependemos de nuestro cuerpo físico para seguir existiendo. Quién se va de este mundo, no ha muerto, solo está fuera de vista y de los demás sentidos. Lo que extraño inmensamente es su presencia, su voz, sus bromas y su cariño.
Puedo escribir estas notas desde la tristeza pero decido escribir enfocándome en mi corazón donde hay absoluta paz y amor incondicional.
No tengo más hijos vivos y tampoco nietos, aún tengo a mi madre y mi hermano, y me pregunto si estoy sola en el mundo. Solo me queda aceptar lo que es y lo que hay.
Muchos no creen que la vida sigue después de la muerte física y yo tampoco se los puedo demostrar porque es parte de nuestra vida en este planeta no recordar para poder vivir las experiencias y a través de ellas re-descubrirnos.
Durante este mes de silencio, he leído, he visto videos, y sobre todo he meditado y sé que hay algo más grande que nos espera, más allá del velo, del otro lado del umbral, donde no existen limitaciones y es allí donde nos reencontraremos en el amor y en la dicha total.
Hijo querido, a través de estas notas te dejo un “Te amo” infinito y eterno, donde quiera que estés te seguiré amando y seguiré adelante con mi camino a sabiendas que eso es lo que tú hubieses querido, solo te digo un hasta luego.
¡Te amo Jonathan!
Amo a todos los habitantes de este mundo y los del más allá. Estoy dispuesta a adoptarlos a todos. Puede ser una buena idea.
Gracias por leerme.
Te amo
Jocelyne Ramniceanu


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